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La ciudad de México y el precipicio

 

 

 

 

Facundo González Bárcenas

Profesor-Investigador de la Universidad
Autónoma de la Ciudad de México

 

 

Si sigue como va, la Ciudad de México terminará en el precipicio. Me refiero a la Ciudad de México como realidad urbana, no como definición legal. Desde hace unas semanas la “Ciudad de México” es la entidad federativa que antes llamábamos Distrito Federal, pero como realidad urbana la Ciudad de México incorpora las todavía 16 delegaciones y 40 municipios, 39 del Estado de México y uno del Estado de Hidalgo, y seguirá creciendo. En esta gran ciudad, una de las más grandes del mundo, vivimos aproximadamente 21 millones de personas en un territorio relativamente pequeño. ¿Cuánta energía consume diariamente esta ciudad? ¿Cuántas toneladas de alimentos, cuántos metros cúbicos de agua, cuántas toneladas de basura, cuántos traslados personales y cuántas toneladas de contaminantes hay cada día en la Ciudad de México? Sin duda son cifras impresionantes.

 

Los problemas están a la vista: horas para trasladarse al trabajo, a la escuela o a otros destinos; desabasto de agua en muchas zonas de la ciudad;  contingencias ambientales; carencia de espacios para depositar la basura; delincuencia organizada y desorganizada; hundimientos del terreno; voracidad del capital inmobiliario; pobreza de amplios sectores sociales; impunidad y corrupción, entre otros grandes problemas. Son temas comunes a toda la ciudad y sus habitantes --más allá de si se cruzó una calle y ya no se está en una delegación sino en un municipio--, que no respetan límites territoriales entre entidades federativas ni políticas públicas y normatividades diferentes.

 

Frente a la extensión y gravedad de los problemas resulta ridícula la división político-territorial entre entidades federativas y entre delegaciones y municipios, así como patéticas las disputas entre gobernantes que pretenden una carrera política hacia la presidencia de la República.  Los problemas de la ciudad requieren atención integral y estratégica. Integral, tanto porque para la aplicación de políticas públicas en toda la ciudad las divisiones políticas territoriales son un obstáculo, como porque los temas (contaminación, movilidad, delincuencia, etc.) están íntimamente relacionados. Estratégica porque son de tales dimensiones los problemas, que requieren de persistentes políticas públicas y programas de gobierno que se apliquen durante largos periodos.

 

Sin embargo, antes es necesario hacer diagnósticos serios de los problemas de la ciudad y diseñar las políticas públicas metropolitanas que los atiendan. Se requerirán fuertes inversiones presupuestales y una intensa coordinación entre el gobierno federal y los correspondientes a las entidades federativas involucradas. Una vez realizados dichos diagnósticos se debe asumir la imagen de la ciudad que queremos tener en 10, 20, 30, 40, 50 años. ¿La ciudad deberá seguir creciendo? ¿Qué modelo de movilidad deberá prevalecer? ¿Cómo se suministrará suficiente agua potable a los millones de citadinos? ¿Qué haremos con la basura? ¿Cómo se abatirán los índices de contaminación? ¿Cómo combatir la delincuencia? ¿Qué hacer frente a la corrupción y la impunidad? En fin, ¿qué tipo de ciudad queremos tener a mediano y largo plazos y cómo vamos a lograrlo?

 

Los problemas se han incrementado por décadas debido a la ausencia de políticas públicas integrales y estratégicas, de carácter metropolitano. Lo que ha prevalecido entre nuestros gobernantes es “patear el bote para delante”, dando respuestas limitadas y, hasta cierto punto, endogámicas. Se dan paliativos pero no se resuelven los problemas, que siguen creciendo. ¿Prohibir la circulación por un día a la semana de una cierta cantidad de vehículos en la hoy CDMX solucionará los problemas de contaminación y movilidad? ¿Cuánto tiempo transcurrirá antes de prohibir la circulación de vehículos durante dos, tres o más días? Se atacan las manifestaciones más patentes de los  problemas pero no se les da solución de manera seria y responsable.

 

Frente a la gravedad de estos problemas me pregunto qué tienen en la cabeza nuestros gobernantes. Mientras Mancera siga ocupando sus neuronas en cómo hacer negocios en los espacios públicos de la ciudad, en cómo promover los intereses del capital inmobiliario, en cómo utilizar una reforma política con graves retrocesos democráticos (40 diputados designados, seis por él mismo) para vestirse como candidato a la Presidencia, o en la ridícula foto sabatina con brocha o escoba en la mano para que los usuarios de las redes sociales vean cómo trabaja, la ciudad seguirá caminando hacia el desastre. Con problemas grandes y gobernantes pequeños la ciudad tiene asegurado su camino al precipicio.

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