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Por una ciudad más incluyente y compasiva

 

 

Beatriz Vanda y Antón Aguilar

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Como resultado de la aprobación de la Reforma Política del Distrito Federal, esta entidad adoptó el nombre oficial de Ciudad de México (CDMX) y mantiene su condición de capital del país y sede de los poderes de la Unión. La CDMX forma parte de la Federación, con rango de entidad federativa, y su Legislatura adquiere el derecho de iniciar leyes o decretos ante el Congreso de la Unión y de participar en las reformas y adiciones a la Constitución Federal. Al ser parte de la Federación, con carácter libre y soberano en lo concerniente a su régimen interior, la CDMX adoptará su propia constitución a fines de este mes. Se espera que esta constitución local establezca derechos y obligaciones fundamentales para los capitalinos, adicionales a los reconocidos por la Carta Magna.

El jefe de Gobierno de la Ciudad, Miguel Ángel Mancera, indicó a mediados del año pasado que “debemos lograr que la Ciudad de México tenga una constitución moderna y de avanzada”, y para ello prometió una “amplia convocatoria para contar con la más completa participación social”. Por su parte, el procurador Ambiental y del Ordenamiento Territorial de la CDMX, Miguel Ángel Cancino, señaló que “nuestro nuevo texto constitucional debe reconocer las obligaciones que tenemos las personas respecto de los animales”.

La redacción de la Constitución de la Ciudad de México es una oportunidad para el progreso moral de nuestra sociedad, y puede ser un ejemplo de inclusión y consideración de otro grupo vulnerable como son los animales, que suelen ser olvidados o dejados fuera al momento de legislar o de tomar decisiones que finalmente nos afectan a todos. En el artículo 4º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se expone que el Estado tiene la obligación de favorecer que gocemos de un medio ambiente en el que se garantice la salud y el bienestar general, procurando una convivencia armónica. Por lo que también se debería procurar que, en las relaciones entre los humanos y los otros animales exista un marco de responsabilidad y respeto que coadyuven a nuestra existencia.

Tradicionalmente los animales han sido vistos sólo como objetos, como seres desechables susceptibles de ser abandonados, torturados o matados con dolor, lo que los coloca en una situación de indefensión; y aunque existan diferencias entre ellos y nosotros, dichas diferencias no deben ser una razón para excluirlos de la consideración moral y jurídica. En los sistemas democráticos, las diferencias raciales, de género, el coeficiente intelectual o el desarrollo de ciertas habilidades, no constituyen un argumento para merecer distinto estatus o consideración; por ello, cuando discriminamos negativamente a un animal por el sólo hecho de que no pertenece a nuestra especie, incurrimos en especismo, que es una actitud tan inmoral como cuando discriminamos a alguien por su género, su etnia u otra característica.

Existen numerosas evidencias científicas que demuestran que la mayoría de los animales vertebrados tienen un sistema nervioso central lo suficientemente desarrollado para sentir dolor físico, sufrimiento emocional y de darse cuenta de lo que ocurre en su entorno (lo que ha sido apoyado por un grupo de destacados neurocientíficos en la Universidad de Cambridge, en la “Declaración sobre la conciencia”). Los animales prestan atención a su ambiente, hacen vínculos afectivos con otros, tienen memoria, capacidad de aprender y de expresar emociones. Estas capacidades –entre otras–, tienen dos consecuencias: la primera es que, independientemente de que estén bajo nuestra custodia y dominio y nos sirvamos de ellos, pueden y deben ser tomados en cuenta como sujetos sintientes que merecen respeto; y la segunda, es que tendríamos ciertas responsabilidades hacia ellos, como velar por su bienestar durante su vida, hasta el momento y forma de su muerte.

Resulta inadmisible que los animales continúen siendo víctimas de maltrato deliberado, de indiferencia y descuidos por negligencia. Si contribuyen al mantenimiento de nuestra vida, de ellos obtenemos alimento, conocimientos, compañía, ayuda en el trabajo, etc.; no es justo que se sigan empleando con ellos métodos de crianza, tenencia, explotación, venta y matanza indignos de personas civilizadas y contrarios a sociedades democráticas y solidarias como la nuestra.

Una propuesta apoyada en la ciencia y en la filosofía puede sostener que: “todos los animales que tengan un sistema nervioso central que les permita sentir dolor físico o emocional, y que sean susceptibles de ser dañados o beneficiados por la acción de un tercero, no deben ser vistos sólo como bienes muebles, sino considerados como seres sensibles o sintientes”.

En 2007 la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), a la que pertenece nuestro país, suscribió la Declaración Universal sobre Bienestar Animal, que es un acuerdo intergubernamental para reconocer que los animales son seres capaces de sentir y sufrir, que tienen necesidades que deben ser consideradas y que la crueldad hacia ellos debe terminar. En la Unión Europea, en 2009 quedó plasmado en el Tratado de Lisboa que los Estados miembros tienen la obligación de tratar a los animales como “seres sintientes” en sus legislaciones internas.

Sin duda, la redacción y próxima adopción de la constitución abre una ventana de oportunidad para enviar un mensaje político que reconozca a los animales como seres sintientes, por lo que su bienestar debe ser tomado en cuenta. En su condición de metrópoli global y progresista, la CDMX debe incluir a los animales como parte de la comunidad y otorgarles protección legal en la nueva constitución. Las Constituciones de países como Suiza y Alemania, así como la ciudad de Buenos Aires, han modificado en años recientes el estatus de los animales incluyendo este tipo de lenguaje.

Bajo esta lógica, Humane Society International, junto con otras organizaciones protectoras de animales, Consejo Ciudadano, varios diputados constituyentes, académicos y funcionarios de la CDMX, organizamos un foro el 5 de septiembre de 2016 en la Cámara de Diputados, a fin de impulsar que el nuevo texto constitucional contemple un artículo que considere el bienestar de los animales. Se llegó a un consenso, que fue sometido a consideración de la Mesa Directiva de la Asamblea Constituyente. La Comisión de Carta de Derechos de dicha Asamblea aprobó el 11 de diciembre pasado la redacción correspondiente al artículo 18 constitucional, inciso B, sobre consideración y protección a los animales. Durante este mes de enero tendrá lugar la votación de este artículo en el pleno de la Asamblea Constituyente, que esperamos se apruebe sin mayores modificaciones.

No obstante, el pasado 1º de enero, la Arquidiócesis de México publicó un editorial en el semanario católico Desde la Fe, en el que se pronuncia en contra de la inclusión de este artículo en el texto constitucional. El editorial señala que “los diputados constituyentes quieren dar vía libre al reconocimiento [de los animales] como seres sintientes, con prerrogativas jurídicas, sujetos de consideraciones morales, con un capítulo en la carta de derechos por ‘tener dignidad inherente’”. Lo anterior, de acuerdo con la publicación, “demuestra el populismo desmesurado y esquizofrénico de los liberales de izquierda…  A este ritmo será delito el consumo de carne para la alimentación humana, condenando a la ciudadanía a vivir, por decretazo, en la Ciudad vegana”.

Estas declaraciones de la Arquidiócesis resultan sorprendentes, porque contradicen mil años de teología católica que no sólo reconoce a los animales como seres sintientes, sino como criaturas de Dios que han sido confiadas a nuestro cuidado. Es bien sabido que san Francisco de Asís, uno de los santos más grandes del catolicismo y santo patrono de los animales, estaba convencido que todas las criaturas son hijas de Dios y hermanas del hombre, y se consideraba a sí mismo como el “hermano y siervo de todas las criaturas”. También decía: “No herir a nuestros pequeños hermanos es nuestra obligación con ellos, pero eso no es suficiente. Tenemos una misión más grande: estar a su servicio, cada vez que lo necesiten”.

El Papa Francisco ha hecho del respeto al ambiente y los animales un tema central de la doctrina que plasmó en su Encíclica Laudato Si, en la que hace un llamado a tratar a los animales de manera más compasiva. En ese documento, el Papa nos recuerda que “la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre termina trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos. El corazón es uno solo, y la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en la relación con las demás personas. Todo ensañamiento con cualquier criatura es contrario a la dignidad humana’”. Esta histórica encíclica pone de relieve la frase del Catecismo que indica que “Los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial. Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria. También los hombres les deben aprecio”.

Estamos convencidos de que amplios sectores de la Iglesia Católica y de la sociedad en su conjunto coinciden en que no hay excusa, cultural o religiosa, que justifique el maltrato a los animales o la indiferencia ante sus sufrimientos, ya que está comprobado científicamente que son capaces de sufrir y sentir dolor, miedo y ansiedad. La violencia contra los animales lastima a nuestra sociedad, denigra a nuestra especie y daña la imagen de México. La comisión de actos de crueldad contra animales suele traducirse en violencia contra seres humanos con relativa facilidad.

El artículo 18 busca promover el bienestar de los animales en nuestra ciudad, incluyendo a los animales destinados al consumo, al trabajo, en la investigación y enseñanza, a los que participan en espectáculos y a los que se encuentran en situación de abandono. Ni en su espíritu, ni en su letra pretende “condenar a la ciudadanía a vivir… en la ciudad vegana”. Ojalá los diputados constituyentes impulsen decididamente la inclusión de este artículo en el texto constitucional cuando sea sometido a votación en el pleno de la Asamblea Constituyente en los próximos días. Sin lugar a dudas, la inclusión del bienestar animal en la nueva Constitución de la CDMX reflejará una sólida aspiración popular y consolidará a la entidad como una ciudad más compasiva, más incluyente y como un ejemplo regional e internacional en el respeto a los vulnerables, considerando también a los animales de otras especies.

@bioeticaunam

 

* Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad únicamente de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.

Publicado originalmente el 11 de enero en:

http://www.animalpolitico.com/blogueros-una-vida-examinada-reflexiones-bioeticas/2017/01/11/una-ciudad-mas-incluyente-compasiva/

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