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Campaña de descrédito

 

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Porfirio Muñoz Ledo

Comisionado para la reforma política de la Ciudad de México

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Ha dado comienzo con buenos augurios los trabajos de la Asamblea Constituyente de la Ciudad. Los grupos políticos ofrecieron ya un mapa por anticipado de los obstáculos y expectativas que marcarán nuestra tarea. Puesto que el debate se produce en el contexto de un enfrentamiento electoral más competitivo, algunos actores parlamentarios privilegiaron sus disensos sobre las coincidencias con el proyecto y agudizaron la crítica a fin de singularizar sus rasgos ideológicos distintivos.

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Por su parte, los medios de información han desencadenado una discusión enconada sobre la iniciativa del jefe de Gobierno que no siempre es reflejo de sus antecedentes y la comprensión de su integridad. Sobresale el escepticismo respecto de un ejercicio de esta envergadura. En un país que está lejos de haber implantado un Estado de Derecho esta actitud podría ser explicable. Ignora, sin embargo, la añeja batalla constitucionalista que ha determinado el rumbo de la nación. Soslaya que la autonomía gradual de esta Ciudad y el incremento de los derechos de sus habitantes ha sido, durante las últimas décadas, el epicentro de la democratización del país.

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A partir del terremoto de 1985 los capitalismos se adueñaron del espacio público, las organizaciones sociales se multiplicaron y la izquierda obtuvo la mayoría desde 1988. Primero el fenómeno social, después el hecho político abrumador y más tarde los acuerdo que condujeron a la elaboración de esta Constitución. Los cambios efectuados en la capital le han valido el reconocimiento nacional e internacional como una ciudad de vanguardia. Subsiste, no obstante, el temor insano de que lo sea todavía más como resultado de un nuevo pacto social.

 

Los vientos civilizatorios corren afortunadamente en favor de nuestro empeño. La expansión de las metrópolis requiere que éstas cuenten con sistemas normativos propios, establezcan objetivos de largo plazo y amplíen las prerrogativas de sus pobladores. Asombra por ello la prédica de los fundamentalistas que consideran los derechos y las obligaciones de los ciudadanos como ataduras para la libertad. Sus relojes intelectuales se detuvieron antes de la Revolución Francesa y pretende restaurar una visión abstracta del individuo que escondas todas las desigualdades y marginaciones.

 

Levantan armas contra derechos que ya están consagrados en los tratados de los que el Estado mexicano es parte. Soslayan que todos ellos ya son vigentes en el país en virtud del artículo primero de nuestra Carta Magna. La propuesta no es un texto declarativo, ya que está acompañada de un sistema de tutela judicial efectiva. Proponemos una Constitución enteramente normativa. El enfoque es además progresivo, privilegiando a las personas que más lo necesitan. Supone una política económica redestributiva, austeridad en la función pública un nuevo pacto fiscal y participación más justa de la Ciudad en la Hacienda federal.

 

Preocupa a los retrógradas la afectación de intereses ilegítimos y una visión de progreso fundada en la reducción de las brechas de desigualdad que contraría abiertamente al modelo neoliberal. En virulentos ataques subyace la aversión al Estado social y democrático de derechos. Advierten que pretendemos reimplantar el Estado filantrópico, lo que es totalmente ajeno a este proyecto libertario.

Abundan los cazadores de frases sueltas que escinden los conceptos de su fundamentación jurídica.

 

Mientras algunos quieren ver un proyecto privatizador, otros pretenden amedrentar a la sociedad ante el peligro imaginario de una “Constitución comunista”, rescoldo insólito de las campañas persecutorias de la Guerra Fría.

 

La Asamblea Constituyente responderá a las diatribas con argumentos. El debate probará que el documento es inclusivo e integrado y se articula conforme a una nueva sistemática fundada en la Carta del Derecho a la ciudad y en la indispensable sostenibilidad del desarrollo. Contiene innovaciones en todos los campos y propone la devolución del poder a la sociedad como piedra angular de la redistribución de la riqueza y el bienestar. Está inspirado en el imperativo de preparar a la Ciudad frente a los desafíos de la globalización.

 

La discusión artículo por artículo y la armonización del texto nos coloca frente al reto de la coherencia y la mirada de la conciencia pública. Sabemos que la propuesta es perfectible, pero estamos ciertos de que al final de la jornada habremos de felicitarnos por haber cumplido una obra trascendental para la Ciudad.

 

​Publicado originalmente el 15 de octubre de 2016 en:

El Universal. http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/porfirio-munoz-ledo/nacion/2016/10/15/campana-de-descredito

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