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Voto de mexicanos en el exterior: enorme avance democrático


Mi nombre es Julieta Marcone. Soy profesora-investigadora de la Academia de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) desde hace 15 años, es decir, desde su fundación. Soy integrante del Grupo de Investigación de Teoría y Filosofía Política de la UACM, fui fundadora y directora de la revista de investigación social de la universidad, Andamios.

Soy mexicana por naturalización, pero prefiero decir por elección. Nací en Argentina, de hecho con excepción de mis padres y mi hermano, toda mi familia reside en Argentina. Llegué muy pequeña a la Ciudad de México, a la edad de 4 años, pues mis padres, sobre todo mi padre que era abogado defensor de derechos humanos, fue encarcelado por la dictadura argentina. Tras dos años de reclusión lo liberaron y llegamos a este país al que yo considero que le debo todo.

En 1994 tuve la suerte de poder naturalizarme mexicana. Si bien mi calidad de mexicana naturalizada no me reconoce exactamente los mismos derechos que se reconocen a los mexicanos nacidos en este país, no obstante sí me abrió puertas muy importantes. En términos académicos me permitió acceder a becas de instituciones que en ese momento sólo eran concedidas a mexicanos. Pero, sobre todo, me otorgó un derecho que yo nunca ejercí en mi país natal: el derecho al voto.

Aunque yo vivía en este maravilloso país hacía años, aunque había sido beneficiada por su sistema universitario de educación pública y por fundaciones privadas de origen mexicano que me habían otorgado becas,aunque trabajaba aquí, pagaba impuestos y participaba en labores voluntarias como campañas de alfabetización, no contaba con derechos políticos, es decir con el derecho a votar, a elegir a las autoridades que tomaban decisiones que también eran determinantes en mi vida como en la de todos los ciudadanos mexicanos.

La primera que vez ejercí mi derecho al voto no sólo lo consideré importante porque, finalmente, podría ejercer un derecho humano tan fundamental. Lo consideré importante, sobre todo, porque luego de largas luchas en este país, el voto empezaba a contar, las elecciones habían dejado de ser una farsa y había habido alternancia electoral en la presidencia de la república. Y aunque el ganador no había sido mi candidato, yo había tenido la oportunidad de ser parte de esa amplia población que exigía un cambio de rumbo en este país.

Quizá mi propia situación de migrante me haya permitido sensibilizarme con la situación que viven muchos mexicanos que residen fuera del país. En especial, en los Estados Unidos que es donde vive la mayor cantidad de migrantes mexicanos.

A partir del año 2005 se reconoció en México el derecho a ejercer el voto en el extranjero a los migrantes mexicanos residentes en el exterior. Sin embargo, existía un problema: muchos de los migrantes, sobre todo de los residentes en Estados Unidos (alrededor de 11 o 12 millones) carecían de credencial de elector. Bien porque la habían perdido en su víacrucis para llegar a ese país o porque ésta había expirado. Y aunque teóricamente podían votar, para hacerlo requerían contar con la credencial de elector, y para obtenerla tenían que viajar a México, lo cual para muchos era inviable. Por ello, pocos mexicanos pudieron ejercer este derecho político.

La buena noticia es que la Reforma Electoral de 2014 posibilitó que los mexicanos residentes en el extranjero pudieran gestionar su credencial de elector en los consulados de México. Esto tiene sin duda dos importantes ventajas:

Primero, ahora los migrantes mexicanos pueden contar con un documento de identidad del que hasta ahora han carecido (sobre todo los migrantes indocumentados) para realizar algunos trámites y acceder a algunos servicios.

Y segundo, y no por ello menos importante, que esos mismos migrantes podrán ejercer un derecho político que es un derecho humano fundamental del cual se han visto privados por haber tenido que emigrar: el derecho a votar. Hoy no pueden participar en la toma de decisionescolectivas del país en el que viven, pero ahora sí podrán participar en la elección de las autoridades que deciden el rumbo del país del que tuvieron que emigrar por carecer de oportunidades: su propio país. Y esto, constituye un enorme avance en términos democráticos.

Hoy en día las remesas constituyen la segunda fuente de ingresos de divisas del país. Superan el ingreso de divisas por exportaciones petroleras, exportaciones agropecuarias, pesqueras y agroindustriales y por turismo. Los mexicanos contribuyen notablemente con la economía de este país, es justo que también puedan contribuir participando en la toma de decisiones.

Hoy, quienes residen en el exterior,tienen la oportunidad de gestionar su credencial de elector en los consulados mexicanos y contribuir con su voto a cambiar este país. Con ello no sólo participarían en la elección de quienes hoy legislan y ejecutan políticas públicas que inciden en las condiciones de vida de los familiares que han dejado aquí, sino también en las condicioneseconómicas desfavorables que a muchos les impiden regresar a nuestro país. Muchos de ellos quisieran regresar a su ciudad de origen, pero no pueden hacerlo y no han tenido la oportunidad de manifestar su rechazo, a través del voto, hacia las políticas económicas que provocaron su diáspora.

Hoy se abre una gran ventana a los mexicanos residentes en el exterior: la oportunidad de gestionar su credencial de elector en el lugar donde residen a fin de poder votar en las próximas elecciones. Ojalá la aprovechen. El derecho al voto es un derecho humano por el que muchas personas han luchado a lo largo de la historia (quienes carecían de propiedad, quienes eran discriminados racialmente y, por supuesto, las mujeres).

Pienso que debemos ejercer ese derecho no sólo porque tenemos la suerte de que hoy se nos reconozca universalmente a todos y que además se nos están brindando facilidades para ejercerlo desde el exterior; sino también porque, en lo personal, considero que es una obligación moral que como personas tenemos la de participar en la toma de decisiones sobre la vida pública de las comunidades de las que somos originarios (aun cuando nos hayan nos expulsado por distintas razones) y por supuesto, de las que habitamos (aunque lamentablemente, falta mucho todavía para que los gobiernos reconozcan este derecho a los migrantes).

Por lo pronto, yo deseo y espero que los compatriotas que residen en el extranjero aprovechen esta oportunidad para ejercer su derecho a votar y a considerarse mínimamente partícipes de las decisiones sobre la vida pública de su país de origen.


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