Puente Ciudadano, A.C.
En el marco del 25 de marzo y, retomando la coyuntura del 8 M, quisimos dedicar un número de nuestro boletín, a pensar, analiza y reflexionar desde las voces de las mujeres que, desde diferentes ámbitos, hacen posible el programa Jóvenes Promesas; sobre las reflexiones y sentimientos que les atraviesan, alrededor de la lucha de las mujeres por los derechos, la justicia y la erradicación de la violencia de género.
Hacia otras lógicas de ser
Por Jessica Utrera Capetillo
Universidad Iberoamericana Puebla
Sin el afán de romantizar el papel de la mujer, tengo que decir que creo con toda seguridad que necesitamos, todas y todos, de esas mujeres y colectivas que desde mucho tiempo atrás, y hoy por hoy, están poniendo cuerpo y alma en las múltiples manifestaciones exigiendo nada más que justicia. Lo justo para vivir dignamente, para caminar sin miedo, para decidir sobre nuestros cuerpos… para que no nos maten.
Cada vez que se hace evidente el resultado del esfuerzo y dedicación de las mujeres luchando por y para las mujeres, a través de noticias (aunque pocas, y muchas veces mal contadas) sobre nuevas propuestas de ley en favor de una vida digna o ganando sentencias contra acosadores, violadores y asesinos el corazón se acelera, se contagia del amor entregado por todas las que están saliendo a marchar, a pintar, a quemar, a bailar y gritar por todas las que estamos, y las que ya no están. Al saberlo y sentirlo así, se exalta el orgullo de ser mujer, mismo orgullo que nos fue arrebatado de nacimiento, para dejar en su lugar, miedo y sumisión.
Me atrevo a decir que uno de los principales objetivos de estas expresiones colectivas y públicas es que otras mujeres se sumen, que entiendan que este orgullo pertenece a todas y, de hecho, es imperativo que todas lo apropiemos y resignifiquemos desde nuestras muy particulares trincheras y cotidianidades. Porque definitivamente, las realidades entre mujeres son muy diferentes, unas cuantas, con mejores condiciones, otras muchas que sólo han conocido emociones como la tristeza y desesperación; pero absolutamente todas, determinadas y atravesadas por una sociedad machista.
El punto al que quiero llegar con esta resumida reflexión es que la sociedad no es un ente intangible, la sociedad somos todas y todos, con todos los espacios, tiempos, cosas, sentimientos y circunstancias que nos rodean; si estamos como estamos, con tanta desigualdad e injusticias, es por causas que todas y todos permitimos u omitimos. En diferentes medidas, perspectivas y momentos, sin duda. Y entiendo que mi observación deba ponerse a discusión, pero creo que, sólo a partir de aceptar este primer estadio en mí, en mi familia, en mis amistades, etc., ellxs y yo, tendremos herramientas para crear nuevas formas de actuar.
Recapitulando las historias de vidas, emergerán las situaciones en que replicamos actitudes o acciones machistas. La insistencia, por supuesto, es hacia los hombres, grupo en el que radica “naturalmente” el privilegio y la sobrestimación; en quienes se ha personificado el abuso de poder y el nulo reconocimiento del potencial de la mujer. No obstante, como mujeres, nuestro trabajo es romper las lógicas machistas en las que estamos inmersas inconscientemente, ser participes de tomas de decisiones importantes, ser sororas, empáticas con los sentipensares de otras mujeres, no afectar o desprestigiarnos entre nosotras, no restar importancia y valor a la historia de la lucha de la mujer, formarnos o cultivarnos desde experiencias y posturas alternas, posturas feministas, propuestas que sean más humanas, más reales y abiertas a la diversidad, a la vida misma.
Claramente aún hay muchos pendientes por debatir y cambiar, pero confío y me mantiene esperanzada el camino empezado por todas estas mujeres y colectivas movilizándose, me entusiasma la resistencia y defensa que diariamente hace cada una de nosotras, en la casa, en el trabajo, en las escuelas, con nuestras familias, con nuestrxs amigxs; y, sobre todo, veo oportunidades importantes en las apuestas que se han hecho como el programa Jóvenes Promesas. Es decir, este ejercicio de entender los muy diversos contextos en los que acontecen situaciones adversas, para llevar a las y los jóvenes a problematizar las causas detrás de esas condiciones de vida, para impulsarles y dotarles de las herramientas que, nacen de las posibilidades y sueños de ellxs mismxs, encaminando sus vidas y posicionamiento político a transformaciones sociales. Buscando con acompañamiento adecuado y empatía, generar otras lógicas de ser en sociedad, de reconocer y erradicar las tradiciones machistas, de darle espacios y medios para que las jóvenes alcen la voz, para que determinen que pueden liderar, que pueden actuar desde sus emociones, validando sus pensamientos y capacidades.
Definitivamente es un espacio clave para estas generaciones que heredan un mundo caótico que precisa de su actuar para mejorarlo.
Nuevos vientos
Por Daniela Godínez Bohórquez
Familia de acogida
En lo que va de mi vida he sido muy afortunada. Tengo el ejemplo de una madre que rompió con su época, me dio confianza y libertad. Conviví con un hombre, mi padre, que venció muchos estereotipos y críticas. Tuve oportunidad de ir a la universidad y ser independiente económicamente. Decidí casarme. Ahora soy también mamá de dos hombres y he optado por continuar con mi vida laboral, comparto todas las responsabilidades con mi pareja. Maternar a dos niños y ejercer mi profesión, está siendo una oportunidad con grandes aprendizajes y me ha mostrado que tengo muchos retos.
Sin embargo, sé que mi caso es tristemente una excepción. Vivo en un país en donde las mujeres tienen pocas oportunidades laborales, en donde los salarios son diferentes y la violencia machista permea en muchos espacios, en especial el de casa. En este desolador panorama que es México, existe una fuerza que nos permite sentir y compartir el dolor de todas.
Ahora más que nunca las mujeres estamos cuestionando nuestros roles en la sociedad, en especial entre el mundo de lo laboral y el plano personal, en donde por tantos años ha sido minimizado. Estamos reaprendiendo a acompañarnos, a ir deshaciendo los abismos que el sistema creó entre nosotras y que nos quitó fuerza por años. Desde mi profesión, soy profesora de bachillerato y por el tiempo que acogimos a Josselyn he tenido oportunidad de acompañar a jóvenes de diversas realidades, mostrándoles y creando consciencia de sus derechos y de la importancia de construir nuevas relaciones entre mujeres y hombres, relaciones igualitarias.
Ser mamá de dos niños y haber tenido en casa a Josselyn nos ha permitido como familia aportar al cambio de paradigma desde lo cotidiano. Es importante mostrarles que no existen roles de género, que un papá y una mamá son capaces de realizar las mismas tareas en casa, que las mujeres somos libres de trabajar, de exigir equidad en nuestros empleos y tener nuestros propios recursos, hacerles ver y vivir en un mundo en donde no existen diferencias, en donde miren a las mujeres como seres iguales, sin idolatría y sin una mirada protectora. Y por supuesto en un ambiente que les permita ser sensibles ante las injusticias.
Educación con corazón
Por Miriam Cifuentes
Fe y Alegría, Guatemala
La educación de calidad pretende de que mujeres y hombres encuentren respuestas para su propia transformación. Implica equidad de género, respeto a la dignidad humana y procesos de construcción, en actitud solidaria y fraterna. Estos elementos constituyen el corazón del desarrollo personal y comunitario.
A pesar de la desigualdad y las relaciones de inequidad hacia las mujeres en la sociedad guatemalteca que, describe el informe del PNUD, “Desarrollo para todos” (2016), muchas mujeres reivindican su derecho a educarse y preparase para insertarse -de manera digna- en actividades productivas. Desde la creación de sistemas de organización comunitaria y con esfuerzos colectivos, han logrado visibilizar la desigualdad de género, fortalecer su participación e impactar en diferentes ámbitos sociales.
Al tener acceso a la educación, las mujeres tienen conciencia de lo que significa la concepción patriarcal que pretende la institucionalización del dominio masculino sobre las jóvenes, los niños, las niñas y que reduce el rol femenino a la reproducción, las tareas domésticas, obstaculiza sus metas profesionales y minimiza su participación ciudadana.
Tránsita, maestra de una comunidad educativa rural de Fe y Alegría, lo expresa de esta manera: “Para seguir estudiando, trabajé vendiendo tortillas en el mercado de mi pueblo, desde los 12 años. Fui becada y así logré estudiar el ciclo básico, diversificado y graduarme de maestra. Ha sido un esfuerzo muy grande porque la costumbre en mi comunidad es que las mujeres se dediquen a las labores de casa o cuiden a sus hermanos menores; lo que implica que las jóvenes tengamos menores oportunidades o no las tengamos. Al haber logrado mi meta me siento con libertad, soy autónoma de mi vida y ejemplo para otras mujeres”.
Estas palabras revelan el desafío que supone superar costumbres que impiden la equidad de género y porqué este es un tema frontera que hay que rescatar en los contextos sociales donde Fe y Alegría realiza sus acciones educativas. Es un compromiso para que se respete la dignidad de todas las personas, un aliciente para hacer de la educación un acto de esperanza que empodere a las jóvenes y a las niñas y que sensibilice a los hombres que comparten la perspectiva de la equidad de género. Así lo demuestra el testimonio de Manuel, maestro urbano, quien, en referencia a sus colegas afirma: “Las mujeres con las que comparto, en general, son ejemplo de inteligencia y fortaleza. Tienen gran capacidad para superar las adversidades ante la discriminación de la que son objeto. Son multifacéticas pues además de atender su hogar asumen con creatividad sus aspiraciones anhelos y metas. Además, son modelo para las generaciones jóvenes”
Este modelaje se refleja en la comunicación dialógica que como maestras, tienen con la niñez y la juventud. Utilizando la reflexión logran romper los esquemas tradicionales, iluminar con ideas transformadoras y estimular aprendizajes para la vida. Susana, estudiante de un centro educativo rural comparte su testimonio: “En mi vida he visto el ejemplo de mi mamá que, a pesar de ser madre soltera, me ha apoyado para que tenga educación y me motiva a seguir luchando por lo que sueño. Algunas maestras y maestros me dicen que debo seguir estudiando más allá del tercero básico. En diferentes clases reflexionamos sobre el cuidado y respeto a mi cuerpo, nos informan de cómo evitar embarazos y poder seguir estudiando. Yo no quiero repetir la historia de mi mamá, que es la misma de muchas mujeres que se vieron obligadas a renunciar a sus sueños por costumbres machistas”.
Empoderar a las mujeres y a los hombres de su derecho fundamental para acceder a una educación de calidad, de su participación ciudadana en procesos de toma de decisiones para el bien común, de potenciar sus capacidades para defender o recuperar la dignidad humana e implementar programas de valores para la transformación personal y social es el paradigma de una educación con calidad que apueste por el desarrollo humano y sostenible, a nivel local y global.
Desde este paradigma de educación humanista coinciden las acciones de Fe y Alegría y el Programa Jóvenes Promesas. Es una apuesta conjunta para hacer vida la Educación con Corazón.
Brillar con tu propia luz
Por Yuri Aranda
Fe y Alegría, Honduras
Las mujeres en la actualidad vamos despertando y comprendiendo que el rol que nos ha asignado la sociedad es injusto y desigual, en nuestra búsqueda de encontrarnos a sí mismas, debemos reeducarnos y reeducar a todos y todas.
Los hombres deben desprenderse de sus privilegios y las mujeres a no sentirnos culpables por no seguir manteniendo una cultura que nos ha hecho tanto daño y que ha marcado una enorme brecha para construir una convivencia sana.
Ir en contra de lo que estamos acostumbradas es un choque mental, pero no significa estar equivocadas, es un derecho adquirido desde nuestro nacimiento, no se está pidiendo algo extra, solo gozar de lo que naturalmente nos corresponde por el hecho de ser personas sin distinción de sexo o género.
El programa Jóvenes Promesas abona a la lucha por condiciones de vida más justas para las mujeres, al propiciar experiencias relacionadas a vivir de manera autónoma, siendo responsables de sus actos, lo que provoca una confrontación con el propio ser, reflexionando sobre el bagaje cultural que incide en cada decisión y, la implicación que esta tiene para la propia vida y la relación con los demás; esto constituye una oportunidad de crecimiento para las y los jóvenes, pues deben constantemente, poner en tela de juicio las certezas con las que han crecido en su entorno natural y construir nuevos paradigmas de vida.
Carta a Marías
Texto colectivo Honduras
Querida amiga, en nombre de todas esas mujeres que nos precedieron, que se dieron cuenta de que los papeles secundarios que nos obligaban a representar no tenían mucho que ver con nuestros sueños y nuestras aptitudes; te pido que te pongas al acecho, en vigilancia constante, que todos tus sentidos permanezcan siempre alerta cuando intuyan que el modelo patriarcal quiere hacernos retroceder a la época en que, por ser mujer tenías que hablar bajito, no tener iniciativa, ocultar los dones que te pudieran alejar del destino predeterminado “por naturaleza”.
Pero más importante aún, querida María, debes vigilar muy de cerca a tu propio enemigo interior, ese que nos hace mirarnos a nosotras mismas con desconfianza, que nos hace competir por la aprobación de la mirada masculina y sentirnos imperfectas desde que tenemos uso de razón, y que además se nos refuerza constantemente con mensajes por doquiera que vayas:
“estas gorda…estas flaca,
¡esas arrugas!
Ojo con la celulitis,
con el cabello largo estas más guapa,
¡maquíllate!
cásate antes de que se te pase el arroz”
Pensarás que te pido mucho, pero estoy segura de que te duele tanto como a mi saber que 1 de cada 3 mujeres en el mundo, ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja o expareja, o por parte del macho de turno que aun piensa que cuando una mujer dice NO quiere decir SI, lo que lo autoriza a usar la fuerza.
Esto no quiere decir, ni mucho menos, emprender una cruzada en contra de los hombres, pues pienso que también ellos han sido sacrificados por este modelo que les exige la autoalabanza permanente a costa de la invisibilización femenina.
Solo quiero verte vivificar tu espíritu, recrearte en cualquier espacio que tú decidas; en definitiva, lo que te pido, es no ser propiedad de nadie, creer en ti misma, y que a través de ti se refleje el nuevo destino de las mujeres, con sueños, con grandes, enormes sueños realizados.