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Agenda migrante debe priorizar dignidad de las personas en México y EU

 

 

Por Carlos Heredia Zubieta

Profesor-Investigador

Centro de Investigación y Docencia Económicas

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Ni la ciencia política, ni los partidos políticos han entendido la enorme importancia de los trabajadores migrantes como sujetos de su propio destino.

 

Con alarmante frecuencia, el trato dispensado a las comunidades migrantes es de grosería.  Es un trato condescendiente, como si fueran ciudadanos de segunda.

 

En Estados Unidos, los partidos políticos buscan a las comunidades inmigrantes cuando necesitan su voto.  Incluso los Demócratas, que habitualmente se ven favorecidos por el voto mayoritario de las comunidades mexicanas y latinoamericanas, dan por sentado que los electores de esas comunidades no tienen a dónde irse, que no van a votar por los Republicanos, pero se equivocan: los votantes deciden quedarse en su casa y no acudir a las urnas porque no ven reflejadas sus reivindicaciones en los temas de campaña ni en los programas de gobierno.

 

En México, los partidos políticos y sus candidatos hablan maravillas de los migrantes en Estados Unidos: que mandan 28 mil millones de dólares de remesas por año a sus comunidades de origen, que hay gran talento y espíritu emprendedor entre ellos, y cosas por el estilo.  

 

Sin embargo, sólo de manera excepcional incluyen a la diáspora mexicana en sus programas de gobierno.  Y cuando los líderes políticos mexicanos visitan Estados Unidos, prefieren quedar bien con los dirigentes blancos anglosajones y hacen lo que haga falta para complacerlos, que sentarse a dialogar de estrategia con su propia gente, con nuestro propio pueblo. 

 

Por supuesto que de ambos lados de la frontera México-Estados Unidos hay dirigentes con conciencia política, que están tratando de cambiar la vieja manera de hacer política, por una nueva forma de acción transfronteriza y transnacional.   

 

Cada vez más los migrantes ejercen su derecho a forjar su propio destino, a ser sujetos políticos por derecho propio.  Por eso es crucial trabajar con cuadros de los partidos políticos, con clubes de oriundos, con organismos de la sociedad civil, con sindicatos de trabajadores de ambos lados de la frontera que promuevan la justicia social, política y económica en los dos países.

 

Se equivocan quienes siguen practicando la vieja política, en el sentido de que desde México se puede ‘dar línea’ a las comunidades mexicanas y mexicano-americanas en Estados Unidos.  Es un grave error político ver a nuestros compatriotas en EEUU como meras correas de transmisión de una agenda dictada desde México.

 

Lo que tiene sentido es fortalecer su agenda estadounidense: su educación, su salud, su acceso a la justicia, su capacidad de influir en sus comunidades.

López Obrador, Anaya, Meade y el resto de los candidatos deben entender esto: tenemos que fortalecer a nuestras comunidades de ambos lados de la frontera, hacer política transnacional, entender que la seguridad fronteriza, el respeto a los derechos laborales, el cuidado del medio ambiente, la migración y la movilidad humana son desafíos compartidos que exigen soluciones comunes.  

 

Los mexicanos en EEUU ya hicieron su vida familiar y laboral allá, pero al apoyarlos en sus demandas dentro de Estados Unidos nos estamos fortaleciendo a nosotros mismos, en la medida en que se valore y se respete a los trabajadores mexicanos de ambos lados de la frontera.  

 

No todos los estadunidenses son como Donald Trump.  Precisamente cuando Trump quiere construir de manera unilateral su muro de odio y de racismo, la agenda migrante frente a las elecciones de 2018 (las presidenciales en México el 1 de julio, y las de mitad de periodo en EEUU el 6 de noviembre) debe tener por objetivo construir puentes de entendimiento y de interés común entre nuestras comunidades, con un objetivo común: proteger la dignidad y promover el bienestar de todas las personas de ambos lados de la frontera, en ambos países. 

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